Adolfo Alonso Ares
Los que vivimos al otro lado de El Teleno siempre hemos sentido vecindad y cercanía con los pueblos que brotan, ya hace siglos, en los territorios próximos a la Sierra de la Culebra. Somos, junto a ellos, protagonistas de la emoción de los lobos que pululan por una orografía profanada. Y hoy estamos de luto, consternados, por todo el vaticinio que desangra los parajes sagrados que circundan la magia de la muerte y de la vida.
Cuando el fuego desoló más de 30.000 hectáreas, nos sentimos heridos en lo nuestro, porque eran los parajes que habitaban también en nuestros sueños infantiles. Eran el escenario que deshila la selva que aposenta el condimento de un lugar que circunda un “monte sacro” que alza el horizonte en los inviernos.
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