
Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste…
¡ay! ¡no es esta la poesía!
No sé cómo ni por qué
se me ha pegado la rima.
Aquí va la verdadera,
bien oiréis lo que decía:
“Bladimiro, Bladimiro,
as de la telefonía,
el día que tú naciste
grandes señales había.
Estaba el Órbigo en calma,
el Duerna con gran crecida,
y el Tuerto, aunque estaba tuerto,
por ambos ojos veía;
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Domingo del Prado