Marta del Riego Anta
Hoy he vuelto a ver el Guernica en el Museo Reina Sofía. Voy a menudo al museo, que se encuentra cerca de mi casa. Pero hacía un tiempo que no me asomaba a la sala del Guernica. No había mucha gente, con la pandemia los museos están semivacíos. Esa pintura no desilusiona. Así como ves la Gioconda y piensas, qué diminuta; o la Estatua de la Libertad, y piensas, qué poca cosa. El Guernica no, el Guernica es más de lo que imaginas. Es impactante.
Cuando era niña, mi madre recortó una foto del Guernica y la pegó con celo a la pared de la cocina. Recuerdo que el celo se despegaba y cada poco había que cambiarlo. Pero la foto no se iba. En aquel momento el cuadro estaba en el MoMA de Nueva York y el Estado español libraba una batalla diplomática para traerlo. Esa obra se convirtió en el emblema de la nueva España democrática. Y me acompañó toda mi infancia y adolescencia.
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