Marta del Riego Anta
Si le dieran 15 minutos para rescatar cosas de su hogar antes de que todo volara por los aires, ¿qué rescataría? Esto, que parece una pregunta hipotética de un juego de mesa, ha sucedido, acaba de suceder, tristemente, en La Palma. Me pongo en la piel de esos vecinos y me echo a temblar. ¿Qué rescatar cuando te vas a quedar sin nada? ¿Ropa, libros, recuerdos familiares, algún objeto valioso? Primero pienso que me quedaría tan atribulada que probablemente no rescatara nada. Después, un esquema se abre paso en mi cabeza: rescataría el ordenador portátil, los álbumes de fotos, un Cristo de marfil del siglo XVIII (regalo de boda) y las joyas de mi madre. Y si me diera tiempo, me llevaría algunos libros y mis prendas favoritas. Pero básicamente, recuerdos. Porque los recuerdos (verdad de Perogrullo) son insustituibles. La ropa, los muebles, incluso los libros (si no son primeras ediciones firmadas por el autor, claro), pueden volver a conseguirse. Pero las fotografías en blanco y negro o en colores desvaídos, la de tu yo bebé en brazos de tu abuela, la de tu padre cuando tiraba al blanco en una feria…
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