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Como amiga, a la que tengo mucho cariño desde hace años, le ruego que, cuando nos veamos, y más si ha pasado un tiempo sin tener contacto personal con usted, me permita poder darle un abrazo, unos besos, e incluso dedicarle algún piropo si así lo estimo oportuno; por supuesto, con todo el respeto y sin afán de ofenderla en su dignidad de mujer, dado que considero que su sexo no solo es el más inteligente y bello, sino el más fuerte de los que pululan actualmente por el mundo.
“Item más”: si usted no fuese más que una conocida a la que también, en aras de mostrarle mi afecto, saludo con dos besos, ruego no se moleste por ello y, si de verdad se sintiera agraviada y cree que me sobrepaso, hágamelo saber al instante –sin denunciarme ante la “autoridad competente”– para presentarle de inmediato mis disculpas y no volver a hacerlo en circunstancia alguna.
Es gracia que espero alcanzar sin ser tachado de machista, misógino o cualquier otro calificativo tildado de desprecio que nos quieren atribuir a cuantos hombres estimamos que el contacto personal es la mejor manera de potenciar nuestras amistades.
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