
Pedro Rubio
En historia, me explicaron el desastre de la Armada Invencible y la paliza que nos dio Nelson en Trafalgar pero, al menos a mí, nadie me habló de Blas de Lezo: somos un país al que le gusta lamerse las heridas y con un montón de complejos históricos, que han sido bien aprovechados por nuestros enemigos. Hace poco visité el Museo Naval de Madrid y tuve ocasión de recordar a Blas de Lezo. Este marino español de origen vasco, a los 17 años, cuando era aún guardiamarina siguió en combate tras sufrir un cañonazo en una pierna que le tuvo que ser amputada y dos años más tarde perdió un ojo en otro combate. Participó en la Guerra de Sucesión en el sitio de Barcelona, cosa que los nacionalistas catalanes no le perdonan, y allí fue herido perdiendo la movilidad del brazo derecho. Así, con 26 años ya era conocido como Mediohombre. Ascendido por méritos de guerra, luchó con éxito contra ingleses, holandeses, genoveses y berberiscos, pero su mayor hazaña, por la que ha pasado a la historia, fue la defensa de Cartagena de Indias en 1741.
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